sábado, julio 16, 2005

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Me gusta borrar toda huella. Esa es la naturaleza del disfraz. Me gustan los textos que parecen haberse escrito solos. Como el texto atrás de una bolsa de papitas. No quiero imaginarme un autor.

Ahora caigo otra vez en mi cristianismo (conveniente al escuchar a Sufjan Stevens). Veo que mis fantasías comunistas de infancia, la fe en el espacio, en cierta unión, en el fin del mundo, en tropezarse con la canción, lanzando los dados un millón de veces, quedándome sin dedos, todo es la espera silenciosa. Invisible. Y tan fácil. Cómoda. Invisible.

Es en la oración de la repetición donde encontraremos una pista. Invisible.

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