sábado, julio 09, 2005

Otra vez, en versión larga.

Para calmar un poco las cosas, una nueva visita al texto de siempre aparecido en Certezas Ilusorias.

Más historias de colonialismo y locura
por Guillermo Corbin

La batalla por la superioridad técnica ha terminado. USA ha ocupado el (justo) cetro de la libertad y democracia. Sólo un rincón del mundo parece haber escapado a su heroica influencia: el reino perdido de Zarandia, un rincón localizado entre las fronteras de Zambia, Congo, Nigeria y la República Libre de Bulgaria Negra. En ésta ocasión, el corresponsal extranjero de Cervezas Inusuales acompaña a Jim Conrad y a su fiel asistente cubano, Mambú, en el primer viaje a la región más salvaje y desconocida del África...


Permítanme presentarme, estimados amigos. Mi nombre es Guillermo Corbin, corresponsal extranjero. Mi participación en las páginas de Certezas Ilusorias (a excepción de una memorable visita a la Cuba postcastrista) quizás no ha sido tan constante como hubiera querido. He aquí la razón.

En los últimos meses he acompañado al general Jim Conrad en una expedición al Africa. Conrad (llamado Big Jim por los agradecidos nativos cubanos) se ha convertido en un ídolo de los hispanos tras participar en la liberación de Cuba como piloto de un tanque robótico y corresponsal de la Cadena Gems. Ahora ha regresado a su antiguo trabajo como operativo de la CIA... y productor de la serie Descubriendo a los salvajes, del Discovery Channel.

Tal como Pinochet liberó a Chile, Franco liberó a España, y olé

Todo empezó con un mail describiendo el motivo de nuestro viaje.

Territorio a visitar: Zarandia, donde el río Nilo se pierde en la profundidad de la selva.

Objetivo: Liberar el territorio de manos de los salvajes, crear documentales para Discovery Channel, Disney, etc. Introducir en los nativos una espiritualidad más interesante con libros del Dalai Lama, Lobsang Rampa, Carlos Castaneda, etc. Los antropólogos llegarán al final, para mostrarse primero perplejos y luego indignados por todo el asunto. Eso aumentará el turismo izquierdista, y todo saldrán ganando. Con el paso de los años, supervisaremos el paso de los Zarandianos de material de investigación a atracción turística, de ahí a pueblo, y de pueblo a público consumidor, tal como ya hemos hecho en varios países.

En busca de una especie perdida de austrolopitecus inmortales

Encontré a Conrad en el Gran Hotel de Wungabung, capital de Bulgaria Negra. Portaba los usuales lentes oscuros bajo el sombrero blanco de jefe colonial, la omnipresente botella de ron en la izquierda y una AK – 47 en la derecha. “Tal como se deben distribuir las cosas en la política”, me había comentado en cierta ocasión. ¡Cuánta verdad en sus palabras!

Como siempre, estaba acompañado por su fiel asistente cubano, Mambú; ex campeón de carreras y pionero comunista en Cuba. Durante la liberación (a cargo de un contingente multinacional de marines americanos y costarricenses), se ganó el cariño de los libertadores al delatar al último reducto rebelde en La Habana, contribuyendo a la caída del Dictador. Ahora servía principalmente como guardaespaldas y distracción humorística en los viajes.

- ¡Señó Corbin! ¡Vamó a salir en Discovery! – exclamó con alegría.

- ¡Corbin! Bienvenido a África Negra. Me imagino que tus lectores pequeñoburgueses estarán muy emocionados por esta nueva aventura. Por lo menos yo lo estoy. Ya me estaba aburriendo de producir documentales de pingüinos.

Día 1

Viajábamos a la última ciudad civilizada en nuestro camino. Nubagnuw, donde encontraríamos al hombre que serviría como traductor en el viaje. Conrad me explicaba como sobrevivir en la jungla.

- Pase lo que pase, nunca subestimes el poder persuasivo de las cuentas de colores. Ya sé que en caso de que nos pase algo o te separes del grupo lograrás sobrevivir. Aunque no seas verdaderamente americano, te respeto por los genes europeos que a pesar del mestizaje corren por tus venas, y que te enlazan con la larga tradición de héroes hispanos: El Quijote. Tartarín. Francisco Franco. Gargantúa. Cándido. Fu Manchú. ¿Qué más trajiste para el viaje?

- Traje un disco, Rei Momo, de David Byrne. – expliqué abriendo una de mis mochilas.

- Ah, un disco del Dr. David Banner. Ese neoyorquino nos ha sido muy útil para comprender la música de los salvajes. Información que en una guerra futura podría darnos la victoria...

- Y Ensayo sobre la ceguera. No sé si lo has leído...

- Ah, ese libro. Ya he oído hablar de esa Sara Mago, la primer latina en ganar un premio Nobel. ¿Y qué te parece África?

- Pues muy moderna. Me hace pensar en nuestro destino, Zarandia. ¿Estarán realmente tan aislados?

- Pronto todo mejorará. Los primeros años invocarán a sus viejos dioses entre lágrimas. Luego aprenderán a vivir. Como cuando independizamos a México de Spain.

Día 2

- El Dr. Negrasso fue criado por un par de misioneros portugueses. Él traducirá los balbuceos incoherentes de los nativos a lenguaje humano.

- Gusto en conocerlo.

El Dr. estaba vestido a la usanza europea y parecía mostrarse algo horrorizado por la actitud servil de Mambú. Le explicamos que era por su propio bien. Salimos de Nubagnuw por un camino de tierra que pronto se convirtió en un estrecho sendero selvático. A nuestro alrededor sólo se escuchaban los gritos de los monos y las periódicas ráfagas de disparos que Conrad lanzaba al aire para calmarlos. Cuando el terreno se hizo lo suficientemente salvaje, y desaparecieron los típicos botes de basura adornados con fauces de animales, desempacamos la cámara.

- Por obvias razones, no puedo confiarle la cámara a Mambú. Corbin, a filmar.

- Yes, sir.

Hice algunas tomas simples de Conrad caminando mientras explicaba el motivo de nuestro viaje, seguido un par de pasos atrás por Mambú, quien naturalmente no podía resistir la tentación de reír y hacer piruetas ante la cámara.

En el camino no encontramos ningún salvaje, pero sí algunos lugares predestinados por la naturaleza a ser futuros McDonalds. Al no haber nativos, el Dr. Negrasso estaba ocioso y Conrad decidió no alimentarlo mientras su utilidad no fuera demostrada.

Al caer la noche caímos en cuenta de un problema.

- La tienda de campaña está diseñada para 3 personas.

- OK.- dijo Conrad evaluando científicamente la situación. -Yo merezco un lugar aquí adentro, como ciudadano americano y líder de la expedición. Mambú debe estar aquí, por ser mi guardaespaldas. Y Corbin es corresponsal de Certezas Ilusorias...

- ¡Alá es grande! – exclamó el Dr. Negrasso mientras se quitaba el sombrero.

- Así que usted dormirá afuera.

El Dr. Negrasso pasó la noche junto a la orilla del lago que algún bromista registró en nuestros mapas con el curioso nombre de Coco Lake.

Día 3

El Dr. fue misteriosamente devorado por cocodrilos durante la madrugada. Logramos capturarlo todo en una toma muy efectiva. Sin embargo, Conrad se mostró algo contrariado.

- Maldición. Y yo que pensaba dejarlo como presidente vitalicio de una nueva república democrática. ¡Mambú!

- Si, Mistah Jim.

- ¿Recuerdas aquel Estado Libre Asociado que te prometí?

- ¡Sí, mi amo!

- Tendrá que esperar.

Día 4

El calor es abrasador, y he empezado a perder la razón, tal como estaba dispuesto en el guión que nos dieron para el documental. En ocasiones, creo distinguir música a lo lejos.

Día 4

Llegamos a un río que no aparecía originalmente en nuestros mapas, y que parece ser más ancho y largo que el Nilo. Conrad sospecha que hemos llegado demasiado lejos, hasta el océano. Mambú no hace más que mostrarse asustado ante cualquier situación, lo que nos impulsa a seguir adelante. Dios bendiga a ese muchacho.

Día 4

He empezado a perder la noción del tiempo. Los días parecen repetirse una y otra, y otra y otra, y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra vez.

Fue entonces cuando Conrad tuvo que calmarme con otra de sus ráfagas de disparos al aire, y la amenaza de ser cambiado por provisiones en el siguiente poblado. Pronto me sentí bien de nuevo. Life is Good. Debímos haber traído a Woody Allen.

Día 5 o 6

Por fin divisamos un poblado a orillas del río.

El cargo de traductor ha recaído en Mambú, con la esperanza de que sus genes le permitan comprender instintivamente los infernales dialectos de éstas tierras. A través de los imprecisos gestos de los nativos, hemos logrado inferir la existencia de un mítico ser llamado el Rey del Hula, o el Resplandeciente Señor de las Caderas en Movimiento. ¿A qué se referirán?

Día 7

Seguimos el camino por la espesa jungla. Los árboles parecen formar a nuestro alrededor columnas de una catedral ciclópea. El aire es pesado como una gelatina podrida. Sólo tenemos algunos Snickers y Milky Ways en nuestras mochilas, al considerar poco apetitoso el mono asado que nos ofrecieron en el último poblado.

Es entonces cuando vuelvo a escuchar música, una melodía familiar en el aire.

En medio de la selva, una muralla de troncos parece rodear una aldea primitiva. Un olor extraño en el aire.

- Hmm. – dijo Conrad olfateando el aire como un perro viejo.- Dulces con queso. Su invención financió al partido Nazi en sus inicios.

- Este lugar parece un fuerte del Oeste. Los muros, las torres de observación en las esquinas.

- Puede que los nativos tengan un talento especial para la imitación. Probablemente copiaron el diseño de algún comic caído de un avión. Ya sabes, nos consideran sus dioses. Es natural...

Mambú reconoció cierta figura ondeando al aire.

- Mire, Mistah Konrad. En aquélla torre. La bandera de Yiu Es Ei. ¡La tierra de la libertá!

- Calla, mi negro amigo.

- Tiene razón, Conrad.

- No puede ser. ¿Acaso alguien civilizado llegó antes que nosotros? ¡Perdimos la exclusiva!

Con asombrosa economía descriptiva, caminamos hacia la puerta de la improvisada fortificación. En la puerta, bajo la bandera de las barras y las estrellas, un guardia nativo armado con un par de lanzas nos sonríe y agita su nariz perforada por un hueso, gritando algo hacia el interior por una ventana toscamente hecha. Luego abre la puerta y nos indica que entremos.

- ¿Tu crees que deberíamos...?

- Vamos, Corbin. Un hombre civilizado no debe temer a nada. ¿No soy acaso un representante del mundo libre? ¿No posees tú el insensato espíritu sanguinario de tus ancestros aztecas? ¿No es Mambú tan salvaje como los mismo nativos?

- I guess you’re right.

Entramos a una amplia explanada entre chozas de aspecto más primitivo. El lugar parece estar dividido en varias secciones. Y otra vez, esa música en el aire...

- ¡Están escuchando classic rock!

- ¿Un gramófono? No sea ingenuo, Corbin. Ni siquiera las líneas de energía solar han llegado hasta aquí.

Pero el sonido es inconfundible, y pronto vemos sobre un primitivo escenario, a una figura familiar bailando y cantando ante un grupo de nativos...

- You ain’t nothin’ but a hound dog cryin’ all the time. Well, you ain’t never caught a rabbit and you ain’t no friend of mine…

No era un imitador. Era él mismo, ataviado con una túnica blanca salpicada de estrellas... el Resplandeciente Señor de las Caderas en Movimiento, extrañamente más joven, cantando mientras lo acompañaba un grupo de zarandianos con tambores, entre antorchas que iluminaban aun más ese crepúsculo africano... El mismo vestuario de su época en Las Vegas, pero con cierto vigor recobrado...

- ¡Elvis Presley! ¿Aquí, en pleno siglo XXI?

- ¡E Rey, en la era de la globalizació! – exclamó Mambú, asombrado.

El ritmo de la oscuridad

Conrad se mostró imperturbable, como siempre, mientras nos íbamos acercando.

- ¿Elvis? Tiene cierto parecido con aquel fotógrafo holandés, Wim Wenders, el que hizo la película esa de Neil Armstrong.

La figura, más delgada en comparación a la época anterior a su “muerte”, por fin se dignó a vernos y bajó del escenario.

- ¡My fellow americans! Hola, mi nombre es Elvis Presley.

- Yo soy el General Jim Conard. US Army. Me acompaña Guillermo Corbin, periodista. Ah, y él es Mambú, mi fiel asistente. Veo que ha avanzado mucho desde “Heartbreak hotel”.

- Hmm, sólo trato de divertirme. Pero no he estado muy al pendiente del mundo moderno...

- Es un honor encontrarlo, Mr. Presley. El mundo lo recuerda con cariño. Sigue siendo el rey del rock. Aunque ahora hay música distinta. Ahora existe la música... electrónica.- dije estrechando su mano sudada y temblorosa. Sí, era más viejo de lo que parecía.

Elvis sólo sonrío tristemente. Parecía estar esperando algo.

- Ja. “Música... electrónica”. Pronto no importará. Pronto todos viviremos bajo un mismo imperio.- dijo con un extraño acento germánico.

Nazi supermen are our superiors

Y entonces...

Por el lado derecho de la pantalla entra UN GRUPO DE NAZIS GERIÁTRICOS. Es un comando de viejos soldados y elementos del SS, encabezados por un rostro que ya había visto antes en el History Channel... y en un cuadro de la casa de Conrad en Miami: Joseph Goebbels, ministro Nazi de propaganda.

- Bienvenidos a Bavaria Africana, americanos. O debo decir, americano... y razas inferiores que lo acompañan.

- Hey, calma con esa palabrería de inferiores. Corbin tiene la ciudadanía americana.- aclaró Conrad.- Permítame presentarme. Soy Jim Conrad... conocido en el tercer mundo como Big Jim, Rey de las Bananas, libertador de Cuba ante la opresión comunista, y embajador de buena voluntad de la CIA y el Banco Mundial. Herr Goebbels, aprecio las implicaciones literarias e históricas de nuestro encuentro. Pero le advierto que la nación libre y soberana de Zarandia es propiedad de USA.

- No por mucho tiempo, caballeros.- Elvis apuntaba una pistola a la sien de Conrad mientras éste hacía su discurso.

- Ahora entiendo todo.

Yo me mostré horrorizado ante la traición del Rey del Rock, e intentaba contener a Mambú, que quería interceptar cualquier posible disparo.

- ¿Elvis? ¿Nazi? Pero tú...

Conrad no pudo contener una amarga carcajada y volteó a verme.

- Por favor Corbin. Recuerde a su héroe, David Barn, de los Radio Heads. Son infiltrados en un pueblo enemigo para usurpar su música.

Elvis sonrío tras dar un mordisco a su grasienta changohamburguesa.

- Todo éste tiempo he estado trabajando para ellos. ¿Quién creen que me enseñó todos mis movimientos? ¿Quién me mantuvo joven y esbelto, quién me salvó de morir en el baño en Graceland?

- ¡El Fuehrer! – exclamó Conrad, las palabras saliendo de su boca con facilidad nacida de la costumbre.

- Sus ideas siempre han sido... FUEGO para mi alma... Yo conseguí este lugar para que le sirviera de refugio a él y su Estado Mayor. Ya no quedan muchos y tal vez ya estamos algo viejos. Pero el Dr. Mengele logró descubrir el secreto de la longevidad, y nos hemos mantenido activos y preparados. Los nativos están muy felices, de hecho...

- Lo adoran como a un Dios. Y así compró la protección de los nazis.

- No sólo aquí. También soy admirado en otras partes del mundo. Y soy uno entre varios... Como tal vez sabrá, el Dr. Mengele creó a Jim Morrison en un laboratorio nazi, con genes nazis de místicos nazis... Místicos nazis muertos durante la guerra nazi de los nazis contra los cobardes aliados, nuestros enemigos. Enemigos nuestros y de todos aquellos nazis orgullosos de llamarse a sí mismos... nazis. Como Jim Morrison. El nazi. El nazi de los Doors. El grupo de los sesentas. Nazis todos. Los de Light my fire. Desde el que tocaba el teclado hasta el que cargaba los instrumentos. Los Doors. Sí, eran nazis. Y en especial su líder... ¡Jim Morrison! El que era nazi.

- Eso era obvio.

- Así que yo... SOYUNNAZI!!!!!!

- Nunca lo hubiera sospechado.

El regreso del dictador del pasado

Goebbels se retiró con el resto de los nazis, dejándonos bajo el cuidado de Elvis y un grupo de nativos.

Conrad se lamentaba por el aparente fin de la expedición y su contrato con el Discovery.

- Pensar que les traíamos civilización. Microondas. DVDs. ¡Sky!

- Bueno, tranquilícense. Las cosas no estarán tan mal. Soy un buen chico, ¿no? Los invito al casino de los sacrificios. – dijo Elvis, sosteniendo el AK - 47 de Conrad, quizás decepcionado por el hecho de que ya no contaría con nosotros como público.- ¿Qué prefieren? ¿Hoguera, o la cámara de torturas sin fin?

Creo que ya todos estábamos resignados a la muerte en manos de los nazis y el viejo rocker. Mejor eso a ser atropellados por un taxista. En ese momento arribó otro contingente de los SS, encabezados por un anciano en una extraña silla de ruedas. Un anciano decrépito con un bigote harto conocido... con la banda roja incluyendo una svástica.

- ¡Santa Ciencia Ficción barata, Mistah Conrad! – Mambú se balanceó cómicamente, mostrando su temor ante el envejecido ubermensch.

- Calma, Mambú. Esto es cuestión entre hombres blancos. ¿Conque Hitler, verdad? Ya existían evidencias fragmentarias de su inmortalidad. Los toltecas habían registrado su existencia bajo el nombre de Quetzalcoatl. Laura Esquivel lo llamó “Kukulkan” en su libro La mujer dormida debe despertar.

El Fuehrer habla

La silla de ruedas del anciano era empujada por varios niños rubios con camisas a rayas. Fue entonces que vi la mirada vacía del contingente infantil nazi. ¡Clones! El anciano sonrío. Y entonces habló, habló como sólo él sabía hacerlo... con un fuerte acento texano, apuntando hacia Conrad.

- ¿Usted ha leído mi libro?

- ¿Mein Kampf? ¡Claro! Permítame quitarme el sombrero. – Conrad se mostró ofendido por la pregunta, a pesar de la emoción de encontrarse ante el viejo Fuehrer. – Pero no pensé encontrarlo aquí... ¡en África! Yo siempre creí que...

- Claro que estamos aquí, Mr. Conrad.- interrumpió Hitler.- ¿Pensaba que la película esa de Apocalypse Now era un chiste? ¿Nunca sospechó que Marlon Brando era sólo uno entre varios dioses menores? ¿Cree que todos esos dólares en taquilla iban para caridad?

Una luz se encendió en la mente de Conrad al escuchar la palabra dólares. Reconocí eso en su mirada.

El Fuehrer continuó.

- ¿Vieron Taxi Driver? Yo estaba ahí, en las escenas de multitudes. ¿Quién diseñó a los Ewoks de Star Wars? ¿Quién incluyó a Sofia Coppola en El Padrino III? ¿Quién compró el Internet? ¿Quien financió a Bo Derek, además de su esposo John Derek a finales de los setentas, inicios de los ochentas? ¿Vieron la película de The Who, Tommy? Pésima película. Todas las canciones interpretadas con sintetizadores de mal gusto. ¿Quién inventó el scanner de las cajas en los supermercados? ¿Quién produjo a Vengaboys? ¿Quién creó a los Snorkels? ¿Quién escribió Carrie, Christine, La Zona Muerta? Yo no. Detesto a Stephen King. Detesto su cara. Detesto su nombre. Detesto la forma como escribe. En cambio, Selecciones...

Conrad empezó a murmurar en español.

- ¡El Fuehrer ha enloquecido! Por lo visto, todo este tiempo en la selva ha afectado su juicio.

- ¿Cree que podemos hacerles frente? – murmuré igualmente en español ante la ráfaga de incoherencias.

- Claro. A pesar de que debo reconocer que los superhombres nazis son nuestros superiores

- ¡Basta de palabrería! – ladró Elvis acercándose de nuevo.- No me engañan, yo también conozco algunas palabras en español. Chile con carne. ¡Viva Acapulco!

- Lo siento, Elvis. Juro que esto me duele más a mí que a ti. Corbin, la cámara.

Los nazis no se habían preocupado por quitármela.

- Yes, sir.

- Mambú, salta para interceptar cualquier posible disparo.

- Sí, mi amo.

La acción fue demasiado rápida como para ser descrita, y el tiempo que me queda de vida es corto. Basta decir que, que.... mi respiración... kjlhjfshgfxz.lhfdn-fkñ...

¿Ah, en qué iba? Logré derribar a Elvis con mi cámara, mientras Mambú corría hacia otra dirección. Y no hubo ningún disparo, a pesar de que los nazis parecían estar armados con viejas ametralladoras.

- ¡Detenedlos!- ladró Hitler desde su silla. Pero era inútil. Salinas y Octavio Paz tenían razón. Los nazis estaban armados con rifles de madera. Y sus reflejos ya no eran los mismos. ¡TRAS TODOS ESTOS AÑOS, ERAN SIMPLE UTILERÍA!

En la confusión, Conrad logró sacar el arma que siempre ocultaba en su chaleco y...

- Todo sea por el rating del Discovery Channel... ¡Muéretecabrón!

Y disparó su AK – 47 sobre Hitler. El frágil cuerpo del Fuehrer intentó levantarse por última vez de la silla de ruedas. Bajo el impacto de las balas, se sacudió en su lugar, con un movimiento extraño en su cintura, más propio de Elvis. Y entonces cayó. ¡Estaba muerto!

- Mistah Conrad, Hitler is dead!

Un hilillo de sangre revuelta con baba escurría de su boca, para formar un grotesco lodo en el ardiente suelo africano. Unas cuantas balas despacharon al resto de los ahora desmotivados nazis, etcétera etcétera.

Conrad no sonreía. Seguía levantando el arma, ahora conteniendo a Elvis, el cual finalmente corrió hacia la profundidad de la selva, para no ser visto sino hasta el siguiente episodio.

- Una gran oportunidad desperdiciada.

- ¿Por qué? Hizo lo correcto. Ya nacerá otro. Ya nacerá. Los clones pueden ser aprovechados del modo usual: un reality show y un contrato de grabación.

- No, no es eso.

Años después, es lo único que recordaría de ese viaje. Los monos gritando en la lejanía. Mambú celebrando con una danza improvisada mientras abrazaba a un cachorro de león. Tambores de los nativos. Conrad contemplando la evidencia de la matanza. Y sus consecuencias...

- Imagine Corbin... No niego que acabamos de crear algo bueno para la televisión. Material para unos cuantos especiales en HBO. Matando al Fuehrer, Recordando mi tarde con el Fuehrer, Conrad libera a Zarandia Nazi de la opresión nazi de los nazis. Pero eso nunca se comparará con la otra posibilidad.... con lo que perdimos. Si de alguna forma, por alguna razón Elvis hubiera matado al Fuehrer... Imagine el rating que hubiéramos alcanzado... ¡mayor que el del Super Bowl!

Una lágrima rodó por su mejilla.

- ¡Viva Jim Conrad! ¡Viva USA! – Mambú saltó en el aire. Otra parte del mundo había conquistado la libertad, y todo sería felicidad de nuevo.

Sintonícenos al iniciar el nuevo milenio para reanudar nuestra mágica aventura.