domingo, octubre 29, 2006

Los permisos de visita

Y entonces llegó, caminando desde el oeste, esperando cualquier día, cargado de sorpresas y regalos, la palabra oportuna, los permisos de visita. Era el Rey del Ahora.

A inicios de siglo nadie se había atrevido a cargar la corona por más de media hora. Una máquina los seguía. Pero cuando todo cae, siempre hay lugar para una corte.

Seguimos su camino. Contemplamos las bondades en playeras blancas, y su larga espera junto a un altar. Como si fuera lo único posible. Como si estuviera tejiendo los minutos día a día. Pero el esfuerzo era inútil. Cuando cayó la noche, la luna tendió sus redes, y fue llevado por el aire, como casi todos los demás. El periódico jamás había mentido, y prefirimos quedarnos alertas, por si acaso era rechazado, como casi todos los demás.

Creo que su problema fue que a la hora de la verdad siempre era capaz de cambiar tu sonrisa por una motocicleta.