viernes, octubre 27, 2006

Contra la defensa

Sí, fue necesario que encontrara la muerte. Nadie me gustó tanto. Fue necesario que nadie más acabara con ella. Ni siquiera tuvo que darse cuenta. Veíamos las estrellas. El viento la acompañó acantilado abajo. Su nombre empezaba en un grito. Ojos verdes. Estaban destinados a un lago, pero nuestra tierra está muy seca. Tuve que romper el ritmo.

Teníamos planes para el fin de semana. La policía llegó tarde. Expliqué un par de caídas. Ahora estoy ciego. Y es una fortuna. Pude cobrar el seguro a tiempo.

También nos gustaba la misma ropa; conseguiré unas medidas que se ajusten. Pero jamás encontraré su pelo, o el final aéreo. Mi suerte será sólo una promesa.


Hay cosas que deberán permanecer ocultas. Guardaré esta confesión en el fuego, espero que nadie tenga la paciencia de unir las cenizas y parir de nuevo las palabras de mi muerte en una pluma ajena.