domingo, octubre 29, 2006

El viento, y eso no te hará llegar más temprano

Llega tocando la ventana. Al correr la cortina la veo flotando azul en el aire de la noche. Su ropa siempre está arrugada; me pregunto si la habrá rescatado de alguna solitaria azotea.

- ¿Todavía te acuerdas de mí? - y la acompañan unos viejos acordes, una ventaja.- Vamos a dar una vuelta por la cuadra.

Quito el mosquitero, y ella me ofrece una mano que es sólo huesos y pellejo. Emprende el vuelo, me jala consigo, y es obvio que no podré flotar. Esta vez no es un sueño. Y por lo tanto me lleva colgando, y eso sólo me hace sentir tan pesado.

Estamos haciendo el ridículo, así que le recomiendo salir en auto. Cruzamos varias calles entre pocas estrellas, más cerca de su barrio, acelerando con cuidado entre fábricas y tejabanes.

Cierro con cuidado mi puerta, pongo la alarma, y de nuevo emprendemos el vuelo. Ya estamos cerca. Prefiero no mirar hacia abajo, pero el viento me despierta, y eso no te hará llegar más temprano. Creo distinguir la cuadrícula de una ciudad maqueta.

Pero hemos llegado a lo alto de una chimenea. Es un alto cigarro. En el espacio limitado de una reja, cinco locos vestidos con harapos comparten planes de vuelo y un trapo impregnado.

- Invité un amigo. Es de la época.
- ¡Amigo, amigo! ¿No tiene para un taco?

Ah, a veces quisiera ser un extraño.