viernes, septiembre 23, 2005

1995
Recuerdo que me gustaba Nine Inch Nails. O a la mejor todavía no. Nirvana. Un cassette de Elvis Costello (Armed Forces) que me había costado 1 dólar en el Wal- Mart de Laredo.
Con Nirvana le daba vueltas a Kurt y el suicidio, sus toques melódicos y fútiles ataques repentinos. I think I’m dumb. No tenía discos en sí, pero había grabado rolas de la radio. Sobre todo me gustaba el track anárquico de Gallons of rubbing alcohol, que luego me harían más digerible al noise. En Costello escuchaba ecos de los Beatles, también admiraba las letras que, en retrospectiva, quizás se esfuerzan demasiado por ser ingeniosas... y sin embargo lo son.

Estaba en el tercer año de la carrera. Pasaba buena parte del tiempo con mis compañeritos Gustavo y el Ché. Ocasionalmente iba a fiestas en casa de Milton, quien tenía cassettes de Cerati, que para mí eran una revelación. Pero las reuniones eran “beatlescas”, puesto que la mayoría éramos beatlefans dispuestos a escuchar los discos una y otra vez, y los que no eran, se aguantaban. Yo rompía en algunas ocasiones el ciclo poniendo otras cosas. Recuerdo que la vez que puse a Elvis Costello un cuate, el McCartney, me preguntó: “¿Qué es eso? ¿Oasis?”.

Por lo general, en clases atendía únicamente mis asuntos, rumiando en silencio letras de canciones y sueños sobre Syd Barrett y Phil K Dick. O preparaba material para mi columna en el periódico El Porvenir, donde escribía de ciberpunk y las maravillas del Internet. Los textos solían ir acompañados de ilustraciones genéricas de un técnico frente a una computadora. Cada fin de semana enviaba mi colaboración para ConeXXIón Futura. Mi gran momento fue ser invitado a un mesa redonda sobre tecnología en el Tec, pero por alguna estúpida razón no asistí.

Me gustaba una chava mayor que yo, Yhasira, o Yashira. Tenía la imagen de “la rara”, que sin embargo no era “la rebelde” del salón. Usaba ropa distinta y lentes curiosos. Un nariz distintiva. Tenía amigos actores y dueños de antros. Ella era quien traía lecturas de Sartre o Nietzche, en un salón donde la alumna más destacada era fan de los Caifanes. Yhasira escuchaba a Black Sabbath, y Ministry, que en esa época me encantó. Yo pensaba que el industrial pop era el inicio de la música del futuro. Y estaba obsesionado con Yhasira, o Yashira. Un año después se lo confesé, pero ya no venía al caso. Pero un buen rato pasé las tardes en el salón, esperando su llegada, siempre tarde...

En el verano fui a Seattle. Me quedé en casa de Pax, un ex compañero de Fac de mi papá. Vivía en Bellevue con su esposa y dos pequeños hijos, y muchos libros de ciencia ficción. A unas cuantas cuadras tenían una enorme biblioteca pública. Pax me prestó su tarjeta, así que podía sacar y sacar libros. También asistía a una biblioteca de la universidad, y leía a Phil K Dick y a Joyce, biografías de los Beatles, textos de sociología, historia, clásicos, etc. Caminaba por la ciudad visitando librerías alternativas y tiendas de discos, mercados, subiendo y bajando por los elevadores de altos edificios con interiores que parecían escapados de una película de detectives. Todo el tiempo soñando mil historias y casi sin cruzar una palabra con alguien. O me tiraba en el pasto para ver a las ardillas afuera de la Universidad. También cuidaba a los niños de pax, y comíamos sandwiches de peanut butter & jelly.
Fue en Seattle donde compré libros que leería hasta varios años después, como Dune y The Lord of the Rings. Pasé varios días dudando acerca de comprar un juego de PC, Myst, que me ocupó un buen tiempo y ahora he olvidado. Implicaba recorrer una isla bellamente ilustrada, resolviendo enigmas. Todo el tiempo en silencio y sin topar a nadie, como un fantasma.

Fue en una de esas visitas a una librería alternativa que me topé un área de fanzines hechos con la clásica técnica del collage. Compendios de poesía, y otros que eran prácticamente diarios personales, como un blog pero impreso y grapado. Uno de ellos se llamaba Confessions of a fat loser.

Fue una de mis épocas más felices. No tenía mucho dinero para gastar, pero toda una ciudad para recorrer a pie, antes de que se hiciera muy tarde y tuviera que tomar el camión. Y sí, también me tocó conocer el mall más viejo del mundo, el primero de todos.

A mi regreso a MTY, Yashira me alertó acerca de un proyecto de revista por parte de la mesa directiva. Yo nunca me había visto vinculado con esa clase de organizaciones dentro de la política estudiantil, pues me quedaba en claro que no eran muy útiles. Como quiera empecé a trabajar con ellos. A la mera hora Yhasira se ausentó del proyecto y yo me quedé ahí como quiera. Los líderes eran Jose Luis y su novia Erika. Vivían bajo el poder del DR. Jorge Ruben, un farsante con barba y pelo largo que se las daba de gurú. Creo que la onda eran versiones variantes de la Psicología Transpersonal. También adoraban al futuro director, Pepe Cruz, por haber introducido un nuevo paradigma en la psicología conductista. Un tema recurrente era el área de acentuación al que cada uno se dirigiría al terminar el sexto semestre.

El equipo tenía buenos integrantes, los habituales malos poetas, un dibujante de comics, textos de Jorge Rubén (creo) y a Aréchiga y su novia. César Aréchiga era inteligente y muy reservado, quería ser cineasta, quizás ya lo haya logrado.

Al final no se armó nada de la mentada revista, excepto largas discusiones donde se escudriñaba la existencia de posibles espías y vibras negativas en el grupo. Y en efecto, el ambiente estaba muy cargado y Erika estaba loca. El diseño iba a estar en manos de, como es de suponerse, un diseñador amigo de alguien, y que nunca tuvo tiempo libre suficiente. Y luego todo se quedó congelado porque.... querían que saliera bien. Era mejor esperar.

Creo que fue también en el 95 que el Ché me invitó a una tocada en la Macro, donde estuvieron grupos como Inspector, y unos punks. Me presentó a un personaje de glorias futuras, todavía con pelo largo, y me dijo: “Mira, éste es el Dany, es chido”.

Fue el último año en que viví con cierto ritmo pausado, todavía garabateando solo en mi libreta. Ni siquiera me imaginaba lo que pasaría después.

Dios, esto ya parece el final de un capítulo de los Años Maravillosos.

1 Comments:

At septiembre 24, 2005, Anonymous Anónimo said...

e suna nota suicida???
son los inicios de llamarada..ah que tierno cuando los hermanos caradura se conocieron...ahhhh (suspiro)
ya deberías estar acá ensayando el momento del reencuentro de llamarada...te la bañas!
cuídese!

 

Publicar un comentario

<< Home