miércoles, abril 02, 2008

La estratósfera

Pues ahora la misión fue caminar desde mi casa al Tec y más allá. En el camino, caer en cuenta de que no ha señales que me indiquen que estamos en el año 2008, a excepción del anuncio de alguna virgencita anime. Eso no hace más que acrecentar el coraje ante los ladrones y asesinos que nos gobiernan, dicho sea sin distinción de partidos. Un país donde la esperanza era una ratota expriísta que se publicitó como redentor del pueblo, jojojo. Sigo caminando por Venustiano Carranza hasta llegar a Constitución y cruzo el Río. La tentación de seguir por el Tunel de la Loma Larga es grande. Pero recuerdo la misión y la promesa y doy vuelta a la izquierda, siempre a la izquierda, aunque casi no hay banquetas. Me adentro en la colonia y topo viejos talleres, cantinas, negocios de cerrajería donde igualmente el tiempo parece haberse detenido. Pero cuando eso involucra una cerveza fría no veo ningún problema. Deberíamos dedicarnos a lo artesanal, quizás lo hacemos.

Veo mis jeans azules y la playera color crema, una silueta que me acompaña, y no dejo de pensar en la chica de 27. Entonces llega un mensaje. Hey, la telepatía puede ponerse de moda.

Paso cerca del Canal 12 y de aquella iglesia donde alguna vez escuché a un sacerdote sermoneando barrabasadas incluso ajenas a la doctrina católica y llego a Garza Sada. Compro un poco de agua con burbujas.

Estoy cerca del rumbo que alguna vez llamé el fin del mundo. Lo rodeo, lo nombro, cierro los ojos, veo el departamento en cuya azotea alguna vez me guarecí junto a Mara y Niv, la loma y las casas parecen curvarse para llegar al cielo, doy otro par de vueltas ya cansado y sin pensamientos, y me dejo caer de regreso.

La caída desde la estratósfera. Y quien guía ahora es la misma línea de las calles, no hay otra voz que el tráfico y encuentro de nuevo el río, las canchas, el puente donde alguna vez nos agarró un policía, los Condominios Prostitución, de ahí bajar a Juan Ignacio, tomar Washington, pasar por el ex cuartel Mandarina, de nuevo Venustiano, sigo recogiendo botellas del piso.

Tomo dos de ellas y hago música colombiana. Chic chic chiqui chic chic chiqui chic, y tengo sed. Mi boca está abierta, y soy un monstruo vagando sin sentido, postales del camino en mis ojos. Las calles se hacen tan largas y mis pasos son lentos. Nada tan económico como un flashback.

Llego a casa, el recorrido ha durado cerca de cuatro horas. Doy gracias, doy gracias. ¿Y ahora? A ver No Country For Old Men.